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martes, 11 de octubre de 2011

Copenhague



Qué tendrá el bronce cuando llueve mucho
que susurra su  tristeza entre los peces del canal
 verdes, azules, metálicos.
Al norte del cielo no hay cielo
porque todo es un depósito de nubes,
cadavéricas.
Las valkirias han comprado bicicletas
para no ensuciar el blanco mundo
con las uñas animales.
En una esquina dos mendigos
(pagados por el ayuntamiento para parecer
una ciudad cualquiera)
discuten sobre el dios de Kierkegaard.
Las casas se pintan de colores
por  convencer a los suicidas
en sus últimas
 visiones.
Matar, reir, cantar, llorar,
morderte
Es todo tan perfecto, tan desnudo,
las fotos pierden movimiento,
es Copenhague,
es absolutamente lunes,
tengo la muerte a la vuelta
de las palmas de los pies,
tengo la sensación
de estar mucho más vivo que todo esto. 

No hay quien pueda

    
                                  

                                                                                                                      
"La metafísica es una consecuencia
de encontrarse indispuesto"
Fernando Pessoa
Desde que sé de mí
la muerte es un problema
Lo empeñaría todo por esa sensación de nuevo.
La muerte hay días que acompaña,
la invitamos a la mesa
y desayuna entre mi padre y yo,
no es fiera,
tan solo una consecuencia triste
de la fiesta:
vino malo en un mantel tan blanco.
Yo ya soy mayor,
y hablamos a veces de esas cosas
pero otros días…
no hay quien pueda.
Se instala en mi cerebro hasta la noche  
me persigue en autobuses
cuando miro el reloj y sé que es tarde
o alguien me sonríe por la  calle.
Esos días de verdad
que no hay quien pueda
Pienso mucho en esos golpes
en la gente que se cae por la ventana
y se hace polvo en un segundo,
y como  el que lo mira todo
 con el ojo ajeno
 no siente más que un susto.
La muerte es demasiado rara
pero a fuerza de insistir consigue
convencerte.
Lo empeñaría todo por esa sensación de nuevo,
tengo ese recuerdo:
Volvemos  a casa,
la doctora es buena y muy  bonita,
la lluvia patina  en la ventana
de nuestro  viejo SEAT negro 
“Los mayores  lo tienen controlado
el mundo está bien,
si no…
cómo iban a estar todos tan tranquilos,
mira a esos dos bajo el paraguas
apretando el paso,
los hombres hemos inventado
los paraguas,
nadie me está engañando”
No tendría más de siete u ocho años,
y ninguna propensión a la filosofía.
Como ahora…
mi cuerpo estaba
a treintainueve grados.