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martes, 29 de septiembre de 2015

Saturno y mis sueños


 Voy a pintar mis sueños de amarillo,
que es el color de estas paredes,
y a pegarlos bien a ellas en silencio.
Voy a meterlos en el infierno de la tostadora
pero con trajes de bombero
Voy  a jugar con ellos de noche
 y a esconderlos de día en la nevera,
dentro de los yogures desnatados
o en el humilde cesto de la ropa sucia.

Voy a guardar mis sueños
en el cuarto de atrás de tu sonrisa,
y en los bolsillos revueltos de las noches de verano
Voy a hacer con ellos camaleones perfectos,
para que cuando llegue el hijoputa del Tiempo
con su enorme barriga a devorarlos
por una vez se trague
alguna otra cosa diferente:
esta piedra gigantesca de los lunes
por ponerle algún ejemplo.


miércoles, 16 de septiembre de 2015

Epistemología de un pimiento



Son las doce menos cuarto de la noche
cuando aburrido ya de corregir exámenes
abro la nevera y en la balda superior,
como si fuera el corazón del frigorífico
encuentro maduro, solitario
y en principio incuestionable
un pimiento,
rojo.

Lo miro fijamente,
comparto con él unos segundos
y en su enigmático silencio de hortaliza
descubro con asombro  
que no sé bien qué estoy mirando

Se abre entre él y yo un abismo
de preguntas insondables
¿Por qué este pimiento es un pimiento?
¿Qué hace que se mantenga  pimiento tenazmente,
que no devenga puerro, calabacín o lata de cerveza?

Quiero decir
¿Es él quién lucha por perseverar en su ser?
¿O existe un orden superior que así lo determina?
¿En qué parte de su extraño cuerpo está su esencia?
¿Dónde la pimientalidad?
Si tras el pimiento está la cosa en sí
quizá deba despegar la pegatina imaginaria de su nombre
poco a poco  para que no se rompa
pi-         mien-         to
y entonces qué me queda

Pregunto
¿Más allá de todas mis intuiciones espacio-temporales,
de mis conceptos empíricos y puros
más allá del armario revuelto que llamo mi cerebro
más allá de mis ojos, mi idea y mi palabra
existe el pimiento como ser en sí?
¿O sólo existe para mí?
En definitiva
¿Hay pimiento?
¿Hay yo?
¿Hay hay?

Todas estas dudas tan kantianas
me asaltan una noche sin luna de septiembre
bajo la tenue luz de la nevera
desorientando el pequeño rumbo de mi vida.

Sin embargo, lentamente,
como un letrero de neón entre la niebla
como un cabo a tierra en mitad de la tormenta
se  dibuja sobre el fondo gris de mi conciencia 
una certeza doméstica
pero evidente, necesaria, indubitable:
Mañana sin falta tengo que hacer la compra.