Etiquetas

miércoles, 26 de septiembre de 2012

Tú, tu madre y las cebollas


¡Intelijencia, dame el nombre exacto de las cosas¡
Justo cuando estoy a un paso de Mallarmé, de Rilke,
de Celan, de pasmar a Gamoneda. A punto de encontrar
el verso etéreo, preciso, ultraterreno. Muy cerca de horadar
 la cáscara de luz  del universo, cuando estoy a esto
 de hipostasiarme un poco con el  Uno de Plotino,
cuando voy a resumir a Heidegger en dos versículos
o estoy  tan casi Juan Ramón que no me aguanto…

Justo entonces
me vienes tú a la mente
partiendo una cebolla
o hablando por el móvil con tu madre…
y a mí, no sé por qué,
me fascinaba oír aquellas charlas,
en fin me pongo a recordar esas sandeces.
 y por vuestra culpa el mundo
está perdiendo un gran poeta
no sé si tú,
tu madre
y las cebollas
sois conscientes.

miércoles, 19 de septiembre de 2012

El mal




Cierro el libro
de filosofía medieval
Pobres pelagianos
Pobres maniqueos
Pobres donatistas
Pobre San Agustín
Preocupados,
metafísicamente preocupados,
como estaban
por la cuestión de la existencia o no del mal
en términos absolutos
Por la existencia del reino de las sombras
 y de su presidente Lucifer
Si en lugar del aburrido
siglo cuarto
hubieran conocido esto,
lo hubieran visto meridiano
El mal absoluto
ontológicamente hablando
es el banco Santander
los infiernos del Dante…
sucursales.

jueves, 6 de septiembre de 2012

Las palabras y las cosas


Yo no lo recuerdo
pero mi madre me cargaba en brazos
cogía entre las suyas
mis dos pequeñas manos
que no eran manos todavía
que eran ruiseñores mudos y ni eso
que eran cabos sueltos
y me obligaba a tocar los objetos de la casa
uno a uno.
Me presentaba el mundo,
consciente supongo,
de que el mundo se conquista con las manos.
Naranja, cuchara, libro, nariz, hermana,
inaugurando los sonidos
 me ofrecía sus texturas y sus formas,
para que yo ensamblara mentalmente
las palabras y las cosas,
para que yo tendiera esa cuerda necesaria
entre vivir y pensar,
para enseñarme en fin…
la piel de las palabras.

Mi madre, al final nunca lo supo,
logró lo que quería
yo  terminé más o menos
llamando a las naranjas por su nombre.

Pero aunque el mundo hasta hoy
me siga pareciendo incomprensible
y  aquella cuerda se deshaga con la lluvia
lo que de verdad le agradezco
en noches inflamadas como ésta
desde aquí
desde el oro azul de sus palabras
es este afán incorregible
por tocarlo         
todo.

lunes, 3 de septiembre de 2012

Edimburgo




Llueve distinto
Llueve elegante
Llueve solemne,
como debe llover en los entierros.
Hilos finos y constantes  
a media pulgada los unos de lo otros.
Llueve y no es un acontecimiento
y no son humildes goterones.
Llueve y es una catedral gótica
puesta boca abajo.

Por las calles de Old Town todavía
encienden chimeneas los fantasmas,
se arrastran los jóvenes que buscan en la droga
algún rito de la era victoriana.
Los emigrantes españoles mejoran el acento
practicando inglés con las gaviotas.

En las noches estrelladas puede verse  
 un  Adam Smith de bronce
que abandona triste su peana
y recoge por el suelo  los peniques
olvidados en las calles aledañas.

Un aliento azul del mar del norte  
atraviesa cada quince días la ciudad
colocando atunes y salmones
en los orificios corporales
de los muy enamorados.

Se sabe que el espíritu de David Hume
sigue encendiendo el fuego cada noche
en la convicción escéptica
de que cualquier año de estos
dejará de hervir el agua.

Nadie confía de verdad en las nubes
porque todos saben que un hombre abandonado
en una sola noche a la intemperie
puede convertirse sin más
en una rata.

Uno tiene la sensación
de que el olvido aquí
lo borra todo…
diez veces más rápido.
No es buena idea morirse en Edimburgo,
Y te preguntas
¿por qué habrá tantas ambulancias?
En el retiro umbroso de los cementerios
una  capa de terciopelo verde
impide leer
los nombres
de las lápidas.