Llueve distinto
Llueve elegante
Llueve solemne,
como debe llover en los
entierros.
Hilos finos y constantes
a media pulgada los unos de
lo otros.
Llueve y no es un
acontecimiento
y no son humildes goterones.
Llueve y es una catedral
gótica
puesta boca abajo.
Por las calles de Old Town
todavía
encienden chimeneas los fantasmas,
se arrastran los jóvenes que
buscan en la droga
algún rito de la era
victoriana.
Los emigrantes españoles
mejoran el acento
practicando inglés con las
gaviotas.
En las noches estrelladas
puede verse
un Adam
Smith de bronce
que abandona triste su peana
y recoge por el suelo los peniques
olvidados en las calles
aledañas.
Un aliento azul del mar del
norte
atraviesa cada quince días
la ciudad
colocando atunes y salmones
en los orificios corporales
de los muy enamorados.
Se sabe que el espíritu de David
Hume
sigue encendiendo el fuego
cada noche
en la convicción escéptica
de que cualquier año de
estos
dejará de hervir el agua.
Nadie confía de verdad en
las nubes
porque todos saben que un
hombre abandonado
en una sola noche a la
intemperie
puede convertirse sin más
en una rata.
Uno tiene la sensación
de que el olvido aquí
lo borra todo…
diez veces más rápido.
No es buena idea morirse en
Edimburgo,
Y te preguntas
¿por qué habrá tantas
ambulancias?
En el retiro umbroso de los
cementerios
una capa de terciopelo verde
impide leer
los nombres
de las lápidas.
¡Anda! Me ha hecho mucha ilusión ver este poema. Para empezar creo que has captado muy bien el llover de Edimburgo. Y está bien pensado lo de "media pulgada", ya que es una medida muy anglosajona.
ResponderEliminarOld Town, las gaviotas, las catedrales, la estatua de Adam Smith... ¡todo es Edimburgo! Es graciosa, muy buena la idea de Adam Smith recogiendo peniques, y aquello de Hume encendiendo fuego, pero sin esperar que el agua hierva.
Lo único que no me ha gustado es que te repitas con las expresiones "encienden chimeneas", "enciendiendo el fuego", encienden, encienden... Bueno, manías mías, que me gusta ver más diversidad de léxico.
La estrofa de la rata no la llego a entender del todo... Y, el final, oh, es muy bueno. Es cierto lo de las ambulancias, vi muchas, y también muchos cementerios invadidos por el verde. De nuevo, recuerdo Edimburgo muy nítidamente.
Teresa.
Gracias por pasarte y comentar,Teresa, es verdad que en Edimburgo llueve así de elegante, me vale tu opinión, ya lo sabes, dame caña¡¡¡ Siento lo de la repetición me temo que a lo mejor sea la edad.
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