Las
llaves de casa, la confianza,
la
sonrisa, la memoria, la cartera
esa
capa brillante que cubre la vida a los veinte años
La
vergüenza, las ganas, el móvil,
el
pelo, la gracia, todas las fotos de las vacaciones.
El
hambre, la autoestima,
la
media naranja de todos mis calcetines,
el
libro de Pessoa, la caja de ibuprofeno, el mando de la tele,
el
partido decisivo, la calma, la razón, el tiempo,
la
contraseña del wifi,
aquel
sueño que me atravesaba el pecho como un cometa
el
sitio en el autobús, el ticket del parking, el sentido de la vida
la
palabra apropiada, mi jersey favorito,
la
esperanza
y trescientos
ciencuentaidós paraguas.
Reconozcámoslo
soy
un auténtico especialista
en
el delicado arte de perderlo todo
la
única razón de que hoy no haya perdido las gafas
es
que no uso gafas.
Es
una habilidad que llevo perfeccionando muchos años
estoy
acostumbrado
No
me asusto cuando las llaves de mi coche
deciden
vivir su propia aventura
y
viajar solitas debajo de mi cama
ni
siquiera me pongo nervioso
cuando
mi cartera se va de fiesta con todas mis tarjetas
y
no dan señales de vida en cinco días
Y
sin embargo muero de miedo
con
solo imaginar que un día pueda perder eso
para
lo que nunca encuentro el verso apropiado
eso
que nunca tengo del todo
porque
ni siquiera es mío
eso
que para entendernos
vamos
a llamar provisionalmente
tus
ojos
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