Desde pequeño me pareció imposible
dormir a solas
el silencio y la soledad siempre
fueron los primeros
en mi interminable lista de
fantasmas.
Si me iba a la cama la máquina de
pensar se disparaba sola
así que odiaba irme a dormir
prefería irme durmiendo poco a poco,
sin darme cuenta .
Me recuerdo en el sofá tumbado
mientras llegaban las luces de la
calle
el rumor de voces en la tele
dos perros ladrándose en el parque
alguna discusión de los vecinos
y la respiración tranquila de mi
padre.
Necesitaba saber que los demás
estaban
saber que el mundo se quedaba allí
para poder dormir
para poder marcharme.
Desde entonces hasta hoy
la historia no ha cambiado
demasiado
sigo odiando irme a dormir
siguen siendo los demás
el único modo de salvarme.
Poema normal, cotidiano, que se escurre de la balda de lo previsible para llegar a la de las cosas extraordinarias. Como ese espacio extraño donde comienza el sueño. Grande!
ResponderEliminarGracias Jorge pa eso estamos pa ponerle alas a lo cotidiano. Ojalá y lo consigamos alguna vez. Abrazo
ResponderEliminarLo mismo que me tortura me salva. ¿Tú también eres adicto al zumo? ¿La máquina de soñar también es activada por la gente? ¿Escuchaste alguna noche el sonido de gatos callejeros apareándose? No hay más preguntas, señoría. Gracias.
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