Parece imposible que quepa todo ahí
en una maleta tan pequeña
Si apenas se ve en el microscopio.
Debe estar todo bien doblado
como en un armario.
Apretujadas en sus compartimentos
casi todas las historias de mi
historia.
Estos ojos marrones medio verdes,
encima de mi alergia a la
penicilina,
esta rara intimidad con las
palabras
al lado de mi tendencia a mancharme
la camisa,
y un par de cajones más abajo
ahí no,
un poco más a la derecha,
¡ahí ¡
mi colon irritable.
Arriba,
en el cajón de lo tremendamente
inalterable
la historia heterodoxa de mis
dientes,
el modo en que camino, la calvicie,
las coordenadas exactas de todos
mis lunares.
Y justo ahí, detrás, agazapada,
como una pantera confinada en una
jaula
la enfermedad que intentará trasladarme
al otro barrio.
Todo cabe aprisionado
en esa especie de tirabuzón de nada
en ese escuálido muelle de colores.
que se habrá quedado así
de tanto quebrar la cintura de la
muerte
de tanto jugar a los aminoácidos.
Que llevará siglos y siglos
saltando de tatarabuelo en
tatarabuelo
siempre a punto de perderse para
siempre
y siempre rescatado a tiempo
por las alas incansables del amor.
Y todo este despliegue de química
precisa,
este prodigio minucioso,
este derroche de tiempo y proteínas
para que yo exista en esta tarde de
verano,
para que yo no sepa emparejar los
calcetines,
para que ahora me rasque tranquilamente
la nariz
y piense un rato en tu sonrisa.
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