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sábado, 22 de diciembre de 2012

Insulina y chocolate



Consistía en extraer el precinto
descaperuzar la jeringuilla
y llenarla de insulina transparente,
venía en  pequeños botecitos de cristal.
Era sencillo.
Mi abuela se levantaba un poco
la blusa o el vestido
y dejaba ver una gran barriga blanca
que hasta hoy guarda
un bonito parecido
con el planeta de El Principito
en  ilustración del propio Exupery.

La clave está en  tener confianza
Ella nunca se quejaba
aunque yo  llenara de violetas torpes
el viejo pergamino de su estómago.

Ella siempre me hablaba de los buenos tiempos
de lo feliz que había sido
devorando aquellos helados de vainilla
chocolate fresa o mango
en el verano lento y chorreante
de su vieja Habana

Yo era pequeño
pero los niños no somos imbéciles
conocemos la distancia que opera
entre el helado de fresa  y la inyección.

Por eso recuerdo su recuerdo
Y aquellos ojos de pequeña travesura
Y aquella completa ausencia de remordimiento
La sensación
de que todas las agujas del mundo
no podrán nunca nada
contra  uno de esos helados
que se derretían  sólo
si dejabas de recordarlos.


2 comentarios:

  1. Ya no voy a ponerme la inyección. Mejor me tomo un helado, de ésos que habitan mi recuerdo de vainilla y chocolate. Hermoso poema. Un abrazo.

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  2. Es hermoso y bello...lleno de añoranza y ternura..

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