El poeta vio una
puesta de sol
dulcemente hemorrágica
afiló sus lápices
muy rápido
y se sentó a escribirlo.
El poeta vio a
a una mujer desnuda
terriblemente blanca
afiló sus lápices
muy rápido
y se sentó a escribirlo.
El poeta vio
a un niño devorando una
chocolatina
despiadadamente puro
afiló sus lápices
muy rápido
y se sentó a escribirlo.
Por más que lo intentase
siempre llegaba tarde,
Siempre tarde
y la poesía de allí
se marchaba antes.
Cansado
el poeta se miró al espejo
afiló sus lápices
muy rápido
y me senté a escribirlo
Quizá la poesía/ afiló sus lápices/ muy rápido/ y os escribió/ a ti, y a ése del espejo.
ResponderEliminarEspléndido texto, se ve que no has afilado el lápiz. Un abrazo.