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sábado, 25 de mayo de 2013

Periferia

Son las siete  y treinta y seis de la mañana
una hora lenta y es domingo.
En desfile de orugas
se encienden  las luces de los hombres
sus casas de cemento y obsesiones
y hace una mañana espléndida,
supongo.
Las farolas en la misma procesión
pero en sentido opuesto

Los vecinos jubilados
sacan la basura de la cena
 y a sus perritos pálidos, nerviosos
bajo la primera luz entumecida.
Huele como a un sustantivo limpio y frío
que no sé bien cuál es.

Hay algo estúpido y bellísimo
en  el hecho de estar aquí
en pasar la noche detrás de la ventana
hay algo de color en la ceguera
estas ganas irredentas  de mirar
 y de seguir mirando.

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