Hoy fue un día
extraordinariamente normal
veintinosequé de
dosmilnosecuántos
no estalló el corazón
terrorista de la noche
no se movió un centímetro
la frontera de tus miedos
todos tus submarinos
reposaron dormidos en el fondo
no explotaron besos de
racimo
ni entendiste por fin
cómo funcionan los espejos.
Hoy no ganaste ni
perdiste la batalla
no cayó sobre tu pie
derecho el meteorito
no se despertaron los
leones del viento
no llegaron los bárbaros
ni giraron helicópteros
marrones en tus ojos
El sol llegó puntual a su
trabajo
y la Tierra fue un taxi azul
que te trasladó por el
espacio
pero tú no hiciste nada
nuevo.
Cambiaste de mano monedas
y bolígrafos
compraste paracetamol en
la farmacia
empuñaste un tenedor
te lavaste los dientes en
silencio
pulsaste el cuarto piso
en ascensores
dejaste que tu sombra te
siguiera todo el rato.
Pero nada que merezca
una miserable línea de tu
biografía.
Piensa en cuántos días
han sido idénticos a hoy
mira hacia atrás y
contempla
el gigantesco campo de
batalla
todo ese ejército de días
transparentes
en la fosa común de tu
pasado.
Cuando tengas más memoria
que futuro
y tus guerras sean
cuentos
que un viejo recuerda en
el asilo
revivirás tus Waterloos
llorarás tus Stalingrados
añorarás tus desembarcos
de Normandía
pero habrás olvidado para
siempre
estos días de cuartel y
de uniforme.
Quedará tan solo este
poema
como una pequeña llama
imaginaria
flotando en el blanco de
esta página
La tumba de otro día sin
nombre
en el bando vencido de tu
vida.