Últimamente no me hablabas.
A lo mejor hay límites,
fronteras subordinadas,
adverbiales, temporales.
Estrenarte en cada lámpara de
noche
era tiernamente difícil
como el centro de un sudoku.
Creo que las pobres nos
nacían
cada vez más prematuras, más
moradas.
Si te acuerdas, alguna vez
pensábamos,
que iban a vivirnos unos
meses.
Y a las pocas horas…
se las llevaba un enfermero
silencioso,
tapándoles la cara con la
sábana.
Cuando te enamores
sea de alguien con quien te
imagines
hablando de la muerte hasta la muerte.
Algunas,
las de las seis de la mañana,
estarán en el infierno.
La inmensa cotidiana mayoría:
chaqueta
cambia
de canal
hemos
quedado
habrá obtenido un tardo
purgatorio.
Las menos,
lo sé sin que las oiga,
las que nunca terminamos de
decirnos,
las que nos gritan
desde
su ingrato cementerio,
las
que murieron asfixiadas
en el ascensor del labio,
las interminables,
siguen hoy esperando por su
cielo.