Vuelvo a ti siempre sudando
mientras bajo el techo de mi cráneo
se desata un chaparrón de
adrenalina
Vuelvo a ti aunque a veces eres
otra
Intercambiamos decenas de palabras
rápidas
y cuando quiero darme cuenta
ya me dices quítate la ropa.
Yo depongo mi disfraz de ser humano
tú me acaricias muy despacio
como si yo fuera un delfín
o un libro de otra época.
Yo te amo y te respeto
porque lo sabes todo
porque entras blanca y fugitiva
como un ángel en el cielo de mi boca
como un ángel en el cielo de mi boca
porque eres la barba de mi Dios
la cima de mi Kilimanjaro
porque eres todos los decimales de mi
número pi.
Y juntos escuchamos
los violines de mi pecho
ese oscuro tambor del corazón
los siete saxofones de mis tripas.
Y yo quisiera diluirme entre tus
manos
Vaciarme de todas mis preguntas
diminutas
Entregarte mi carne rosada y
turbulenta
para que metas tus dedos en los
huecos
que hay entre mis átomos
para que tu mano indague en mis
abismos
y cierre la puerta que no cierra en
mi cerebro.
Entonces poco a poco
ladeas la cabeza y mirando a ese
infinito cotidiano
con que suelen pintarse las paredes de estos sitios
entreabres los labios para
pronunciar
las diez palabras más bellas de
este mundo:
“Está usted perfectamente, puede
levantarse de la camilla y vestirse”