Etiquetas

domingo, 9 de febrero de 2014

A la esmerada muerte


Vamos a ver, doña perfecta,
cómo es posible tanta diligencia 
ni un solo fallo en millones de años
ni un minuto de indolencia  
ni uno sola tarea abandonada
ni un gato, ni un ciempiés, ni un ser humano
ni una historia de amor, ni un inocente escarabajo
indultado  por despiste
traspapelado en un bosque remoto para siempre.

Ni uno solo de tus objetivos incumplido por cansancio
por estar pintándote esas uñas  tan largas
porque te sonó el móvil en el peor momento
por mirar un minuto las estrellas
porque se te enganchó la capa en aquella puerta   
o porque se fundió la bujía de alguna de tus alas negras
o porque joder, sencillamente,
a todos nos cuesta madrugar.

¿Para cuándo unas vacaciones, querida?
¿un cambio de galaxia?
escucha, ¿no te aburres?
¿Sabes lo que es el estrés?
¿Y esas ojeras?
Últimamente se te ve delgada.

Si ya te habrán subido el sueldo
te habrán dado el premio a la puntualidad
habrá una pared con tu foto sonriendo en un marco azul de plástico:
 “Empleada del mes, del año, del milenio”
Suponiendo eso sí,  que haya  paredes, fotos y marcos azules de plástico
en la triste oficina de la Nada.
.
Qué capacidad para arruinarlo todo
qué puta iniciativa propia
lo mismo fabricas minuciosamente  la obstrucción progresiva de una arteria
que diseñas a lo bestia un terremoto, el cólera, la peste,
o en inestimable colaboración con nuestros queridos líderes
te forras con la penúltima guerra, con la heroína, con el capitalismo.

Pero dime por qué tanta injusticia
no te rías,
a unos los asfixias en la misma incubadora  
a otros les das noventa y tantos años sin ver
un pelo tuyo en su almohada.

¿Sabes una cosa, bonita?
Me alegro de no ser como tú
al menos todavía
ser este blando mamífero indolente
estar holgazanamente vivo entre los plátanos de sombra
me alegro de comer canelones en pijama
de pisar los charcos y volver con gripe
de tumbarme al sol con una espiga mortal entre los dientes
de pillar ventanilla en los aviones
de tragar agua de mar
de rascarme las orejas con la mano opuesta
de llorar como un idiota a veces cuando me emborracho
me alegro de escribir aquí sentado este  poema
de momento…

Y aunque sé que la partida está perdida,
(en eso no me engaño)
tampoco voy a adelantarte yo el trabajo
cariño, mírame a los ojos:

Por encima de mi cadáver.