Obedeciendo
se extienden los imperios
se
construyen ejércitos,
aviones
supersónicos,
se
levantan catedrales.
Demos
gracias a la bendita obediencia
porque
ella es la verdad y la cuadrícula del mundo
porque
ella nos ha abierto este camino de progreso
en la
selva cerrada de los siglos.
Por eso
la enseñamos en el cole
Porque la
recta es la distancia
más corta
y aburrida entre dos puntos.
Por eso nos prohíben seguir con la mirada
la
espiral en vuelo de las moscas
y nos
hacen amarrar en un establo del cerebro
los
caballos azules de los sueños.
Y nos
aconsejan :
es mejor
un solo pájaro en la mano
que una
desbandada en la cabeza,
renuncia
a tu trébol de diecisiete hojas
asesina al
dinosaurio que duerme
al otro
lado de tu frente.
Y sin
embargo de la maldita desobediencia
no nos
dicen ni mú
porque no
se necesitan soldados desertores
ni
conductores de autobús con inquietudes.
No hacen
falta jardineros que rieguen con ternura
todas nuestras
interrogaciones
y por eso
matamos a los perros
que siguen
suspirando como lobos
y
suicidamos a los oficinistas
enamorados
de la fotocopiadora.
Nos
olvidamos, sin embargo, de que esta historia,
la
nuestra,
comenzó desobedeciendo:
aquel
intrépido homo loquefuera
que regresó de las
llamas del primer árbol ardiente
con un
trocito de trueno entre las manos
con una
rama de fuego doméstica y minúscula
es el
padre de todos los que estáis leyendo esto
Somos el
animal desobediente
el hijo
protestón de mamá Naturaleza.
La
desobediencia
no
construye autopistas
es cierto,
pero nos
ha hecho surcar el universo
con el
pequeño cohete de nuestro dedo índice
Sacarle
la lengua al pasado
y su
negra procesión de nosepuedes.
Pintarle
un ridículo bigote
a todas
las verdades absolutas.
La maldita
desobediencia
nos
hizo cambiar el jardín del paraíso
por esta
pensión llena de goteras y palabras
por esta pequeña
habitación con vistas a la nada
Y quizá
no vaya a salvarnos del incendio
pero mientras
el miedo se empeñe en que callemos
habrá que
seguir arriesgando la garganta
aunque solo
sea
para que el
obediente silencio
no llegue
a tener nunca
la última
palabra.