miércoles, 15 de agosto de 2012
viernes, 10 de agosto de 2012
Discurso de podrido desengaño para niños que taladran tus oídos con su felicidad
Hay reyes blancos, negros, pero sin ninguna magia
hay ratones pero no les
interesan nuestras muelas
los
dioses existen pero tocan la guitarra o hacen pelis
aunque
en cierto modo resucitan a la gente.
Esa desazón con que escurrís la almohada
sin poder dormir, ese miedo
a lo desconocido
no desaparece nunca.
Lleváis razón hay monstruos
pero solo rugen por dinero y
no se trata de eso,
hay un reino para la
imaginación
pero es estrictamente
incomunicable,
esa celda detrás de vuestra frente
os acompañará toda la vida
siempre igual pero siempre
diferente.
Existe la verdad pero depende cómo,
cuándo, y además tampoco.
Hay una puerta de salida
para cualquier problema:
saltar por la ventana
hay muchos motivos para
estar asustado
hay amores de cuento
pero casi siempre duran
tres o cuatro estaciones de
metro.
Hay países de nunca jamás pero no iréis
nunca jamás por falta de tiempo o presupuesto.
Hay héroes pero huelen mal y
son adúlteros,
y pócimas secretas pero las
conocen todos.
Hay un cierto interés en
irte con un desconocido
Ya es hora de aclarar algunos puntos…
cuando seáis mayores -queridos
niños-
tampoco lo entenderéis.
Calle Ibiza
Te parecerá raro que te lo
cuente ahora
después de que ha pasado
tanto tiempo
tú te habrás ido a vivir con
alguien
más vivible que yo, a alguna urbanización
en las afueras de Madrid, una
de esas
que tienen todo dispuesto
como un gallinero
a la temperatura exacta de
la reproducción.
Te parecerá raro que te
escriba ahora
después de siete u ocho años
de indolencia,
pero hoy mientras caminaba
por la calle Ibiza
he visto aquel portal donde inventamos
la sagrada resurrección de
la carne
con un polvo tan oscuro y
luminoso
que los dioses se pudrieron
de envidia.
No lo vas a creer pero
en el número
veintisiete de la calle Ibiza
nos han puesto una placa
huele todavía a sexo.
Nuestro mosquito
Un mosquito ha entrado en
nuestro reino.
Un mosquito abre una raja de
sonido
en el silencio gelatina de
la noche.
Mientras tú yaces dormida
como un resumen
caliente de mi vida.
Mientras los libros
intercambian capítulos
de contrabando
en la frontera de las
estanterías .
Mientras nuestros teléfonos
móviles
brillan en la oscuridad y
aguardan
su rugido de bites
inoportunos.
Yo supongo que hay momentos
que abren zanjas que son
escapatorias
Cuando la mente vuela en
círculos
concéntricos y por algún
motivo
todo está bien aunque nada
esté
en su puñetero sitio.
Mi mosquito es una esquina
de la noche
mi mosquito es el terror de
morir solo
mi mosquito es esa nube
de la que brotan
pensamientos en los comics.
De tus ojos cerrados y serenos
me salen unas ganas de vivirte
y de sobrevivirme a un
tiempo,
ganas de escuchar música
llorando
y de postrarme agradecido
ante el milagro incomprensible,
de que tu cuerpo más mi
cuerpo
haga que el viento se rice de saliva.
Ganas que no se corresponden
con el hecho de que hoy es veintisiete
de Abril sin demasiada
historia.
Mi mosquito que es ya nuestro mosquito
sobrevuela tu cabeza como
el recuerdo de aquella mala
época.
Nuestro mosquito es un Ícaro
deforme
una bala de carbono
inteligente
un lunar convertido en
astronauta
despegado de pronto de tu
pecho.
Yo sé que siempre sin
quererlo
precisamente porque yo no sé
oponerme
yo sé que siempre estaré
roto.
Por eso agradezco a un ser tan diminuto
que se parezca a ti, que me
perdone,
que me saque de la cama
odiando su hematófaga progenie,
que me arranque de la vida
este pedazo
y que me ayude a escribirte
este poema.
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