Si afilas la
mirada puedes verlas
Fíjate bien,
una sujeta
los árboles
otra más
fina entre los naranjos
y una más
vieja entre los olmos viejos.
Hemos atado
cuerdas a los pájaros
pobres,
pasan horas en vuelos circulares
deshaciendo
nuestros nudos sin lograrlo.
Hemos amarrado todo bien fuerte
por si viene
el huracán
Nuestras
casas y corbatas no despegan
no despega
tu sobrina, ni tu perro,
ni el tomate
que te metes en la boca.
Cosido al
suelo todo el mobiliario de la escena
nos
sentimos seguros, como en casa
pero a veces
una duda nos recorre
como un
viento de relojes
tropezamos
y no sabemos
hacia dónde
y no sabemos
hasta cuándo.
Nos da miedo
el huracán,
imagina que se llevara la carpa de este circo,
que se
volase el cielo
como si
fuera el peluquín del universo
y con el
cielo se largara el resto de la casa:
el
microondas, el azul, la berenjena,
y de repente
se desatase todo:
el omoplato,
la espinaca, el Amazonas
el amor o la
topografía, por ejemplo.
Precisamente para eso,
para que
nada escape
millones de cuerdas transparentes,
hemos
amarrado el mundo a nuestra lengua